Es una cualidad del niño la de la transparencia, ya que este término está estrechamente relacionado con dejar ver algo, con translucir y esto se debe a lo dicho en el párrafo anterior.
La elección de estos niños, era para los familiares todo un orgullo ya que se consideraba que eran los mejores de la comunidad; por lo cual los familiares no lo veían como algo malo.
Según la creencia Inca, los niños ofrendados no morían, sino que se reunían con sus antepasados, quienes observaban las aldeas desde las cumbres de las altas montañas.
Después de la celebración, el séquito iba al lugar donde realizarían la ofrenda entonando canciones rítmicas en honor al Inca. La criatura era vestida con la mejor ropa, le daban de beber chicha (alcohol de maíz), y una vez dormida era depositada en un pozo bajo la tierra, junto a un rico ajuar.
Junto con las ofrendas de los niños, ponían un ajuar que contenía objetos en miniatura fabricados en oro, plata, plumas, tejidos, cerámicas, valvas y concha marina, formando figurillas. Cada uno de estos elementos poseía un significado y un mensaje especial según su materialidad, su color, su función o su posición junto a los cuerpos.